"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

martes, febrero 03, 2015

Fact checking no es igual que fast checking y mucho menos fuck checking

La llegada de elecciones suele sacar lo peor tanto de los partidos políticos como de los periódicos. Mensajes simplistas, demagogia a raudales, falacias como imperativos de (in)comunicación.  El tratamiento chavista por parte de El País del curriculum de Monedero no es más que la punta del iceberg de cómo el mal periodismo expulsa al periodismo legítimo.  Si anteriormente todo valía en el amor y en la guerra, ahora las campañas políticas se han convertido en el cuadrilátero maquiavélico por excelencia donde la moral es asunto de chiste, la profesionalidad una utopía y la objetividad y la verdad se tratan como si fueran mitos.

Si en Marketing existe el dogma de que lo mejor es simplemente que los medios hablen de ti, en Política Electoral corre el bulo de que lo único importante es hablar mal del adversario político aunque sea falso o ficticio.  No cabe tampoco hacerse ilusiones ingenuas.  El periodismo siempre tendrá un componente de trinchera, de lucha en el barro de la competencia ideológica.  Pero hay límites que no se deben traspasar: la vulgaridad es casi un prerrequisito en medios de audiencia masiva pero no así la chabacanería o la zafiedad.  La demagogia es casi un alimento del alma para el escribidor compulsivo y el lector sectario pero si estiramos hasta el infinito la cuerda de la realidad terminará por romperse, dado que no es infinitamente elástica, y acaecerá, como les ha sucedido ahora a los de El País, que les azotará como un látigo en la cara.  ¿Estás dispuesto a ganar audiencia a cambio de perder credibilidad?

¿Con el juego de palabras entre fact-fast-fuck he caído en lo que critico?  Es posible.  Me refiero claro a la verificación de los hechos, el primer mandamiento en la elaboración de un periódico.  Se podrá hacer un cúmulo de interpretaciones más o menos delirantes pero al menos, señores, respetemos los hechos.  Decía hace poco José Mújica, ex presidente de Uruguay: "El problema es la realidad. Porque no hacemos lo que queremos, hacemos lo que podemos dentro del margen de la realidad". Y ese ha sido siempre el problema de la izquierda: que ha considerado la realidad como un problema. Y es cuando crees que, por ejemplo, la ley de la gravedad es un "constructo social", la caída es todavía más dura.


Pero también es la realidad el problema de aquellos que pretenden instrumentalizarla a su servicio.  Lo de Jordi Évole con el pseudo 23F no fue un inocente e ingenioso truco de mago sino un fraude a los espectadores que no sólo no fue sancionado por aquellos que lo recibieron sino que, en algunos casos, lo aplaudieron.  De manera análoga a esos partidarios a macha martillo de algunas opciones políticas que aunque caigan sus dirigentes ante la Justicia por asuntos de corrupción ellos les seguirán votando pase lo que pase.  


El caso de El País contra Monedero muestra lo fácil que es bajar la guardia ante las noticias falsas e inventadas cuando un periódico deja de ser un medio de información para convertirse en un arma electoral de desinformación masiva.  Por otra parte, y como señalaba el editor  Michael Kelly, que editó para The New Republic algunos de los artículos que luego se descubrieron un fraude por parte de Stephen Glass,

“Cualquier sistema de verificación de hechos se cimenta en la confianza…  Si un reportero quiere falsificar sus escritos, derrotará al sistema.  De todos modos, el auténtico sistema de investigación no es la verificación de hechos sino el editor”.

Pero el más grave problema es cuando es el propio "sistema" periodístico se derrota a sí mismo cediendo a la manipulación y el interés, sacrificando para ello la verdad y los hechos.  En la estupenda película que relata el caso del fraude de Glass a The New Republic y, sobre todo, a sus lectores podemos apreciar los principios básicos del periodismo que el propio  Glass (con ese tono santurrón de sermón periodístico en el que ha incurrido Alan Sorkin en su cursi The Newsroom) incumplió sistemáticamente.


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